Vemos con horror como los centros comerciales están siendo víctima del mismo flagelo que afecta a todo el país.  El mall es un vecino más de la ciudad, es tan víctima como el resto de los otros espacios, entonces el tema no es si los privados son o no seguros, sino que la delincuencia se desató y se infiltró en todos los espacios de la vida cotidiana.

Lo que vimos ayer en el Portal La Dehesa y hace un par de semanas en el mall Arauco Maipú pareciera que sólo preocupa a la ciudadanía. Es como si las autoridades estuvieran esperando que este fenómeno aumentara cada vez más para de verdad tomar acciones decididas. En ese sentido, nos preocupan en especial los trabajadores del sector, quienes están expuestos a esta ola de violencia sin freno.

Evidentemente existen productos que son más atractivos para los delincuentes en virtud de la velocidad con que pueden ser reducidos, pero eso no significa que el comercio tenga que blindarse porque la experiencia nos dice que la delincuencia avanza a una velocidad mayor que las medidas que se implementan. Es como si el delito fuera mucho más “adaptativo” y eso es algo que el gobierno entiende, pero su reacción es tardía y los delincuentes ya lo saben siendo ellos los que marcan la pauta, cuando debiera ser debiera al revés.

Los malls continúan siendo espacios seguros, lugares no sólo de consumo sino de recreación para las familias, pero, nos preocupa porque no sabemos hasta cuándo va a seguir siendo así. Lo anterior no es porque los centros comerciales no tomen las medidas que están dentro del ámbito de su competencia, sino, porque la delincuencia está desatada y el gobierno y las autoridades han fracasado en la lucha contra este flagelo. No se le puede endosar al mundo privado la indelegable responsabilidad pública de proteger a la ciudadanía.